Por Oscar R. González *
A propósito de la celebración de un nuevo Día del
Periodista, viene a cuento recordar un episodio que tuvo lugar en 2002, cuando
un juez comercial que entendía en el concurso preventivo de la editorial Perfil
–violadora serial de todos los convenios laborales y de todos los derechos de
los trabajadores– tuvo la insólita pretensión de suspender por tres años la
vigencia del Estatuto del Periodista Profesional y del Convenio de Trabajo para
los trabajadores de prensa, de cuya elaboración me había tocado participar como
negociador paritario unos años antes.
En su afán de salvar a la empresa –o, más precisamente,
los bolsillos de sus dueños–, el custodio de la legalidad se había llevado
puestas dos leyes resistidas desde siempre por los medios hegemónicos. Para
entonces, yo era diputado nacional y presenté una iniciativa repudiando la
ilegítima pretensión del magistrado y, en una sesión a la que asistieron
trabajadores de Perfil, se declaró unánimemente la plena vigencia del Estatuto
Profesional del Periodista, aprobado durante el primer gobierno de Perón.
Fue necesario aquel recurso bastante estrafalario –que el
Congreso declarase la plena vigencia de una ley plenamente vigente– para poner
en evidencia la complicidad entre un magistrado capaz de cometer una tropelía
jurídica con tal de complacer el interés económico de una empresa amiga. Un
vínculo que, como sabemos, no constituye ninguna novedad.
El recuerdo de aquel hecho tiene que ver de algún modo con
la naturaleza de una batalla por la construcción de sentido que enfrenta a la
política –entendida como esfera de autonomía ciudadana y herramienta de cambio–
con el poder hegemónico de los grandes medios, un poder no desafiado en la
Argentina durante largas décadas. Una disputa que ha tenido luces y sombras,
victorias y derrotas, pero cuyo saldo incuestionable es que ya nadie puede
hacerse el distraído sobre ciertas cuestiones que los periodistas conocíamos
desde siempre.
La pretensión de asociar el poder
omnímodo de los medios con la libertad de expresión, por ejemplo, ha dejado de
ser una verdad revelada. Y el argentino medio que no se empeña en escuchar o
leer sólo lo que confirma sus preconceptos o prejuicios sabe que las noticias
son construcciones y no el reflejo de presuntas realidades objetivas.
Hasta no hace tanto, los propios
periodistas tendían a mirarse a sí mismos más como librepensadores que como
trabajadores de prensa. La formación de una conciencia de clase fue más
compleja en este gremio que en otros, tanto por la naturaleza propia de las tareas
intelectuales como también porque en algún momento existía una cierta
identificación con el dueño del medio, que era con frecuencia, él también, un
periodista y tenía a la búsqueda de la verdad como un objetivo más o menos
plausible.
No hace falta decir que esos presupuestos han naufragado
en medio de la marcha del capitalismo, fundamentalmente en su fase neoliberal.
Los grandes medios son hoy parte de conglomerados económicos con múltiples
tentáculos, y las más de las veces el diario, la radio o el canal son
herramientas de presión o extorsión para allanar otros negocios más lucrativos.
En tanto las condiciones de trabajo de los periodistas han sido avasalladas en
casi todas sus dimensiones, con el pluriempleo, la redacción multimedia, la
precarización de los contratos, la tercerización y otras tretas de que se valen
los adalides de la libertad de expresión para abaratar sus productos, en más de
un sentido.
Como en mis años de periodista y de actividad sindical,
sigo creyendo que la libertad de expresión poco tiene que ver con la cuenta
bancaria o los discursos gerenciales en los foros patronales. Tal como
entonces, creo que el buen periodismo se construye en las redacciones con
honestidad intelectual, libertad de conciencia, buenas prácticas profesionales
y, sobre todo, respeto irrestricto de los derechos de los trabajadores. Esos
derechos que sobrevivieron embates varios y que aún perduran, alojados en el
texto del entrañable Estatuto del Periodista.
* Periodista. Secretario de Relaciones Parlamentarias del
gobierno nacional.
Publicado por Página 12, El País, pág. 12, el 10 de junio
de 2014.
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