La resolución del abismo fiscal en los EE UU y la entrada en vigencia del pacto fiscal europeo marcan el arranque de 2013.
El año 2013 comenzó con importantes definiciones fiscales en los países
desarrollados, como el inicio de resolución del abismo fiscal en Estados
Unidos y la entrada en vigencia del pacto fiscal europeo, dos políticas
de la misma factura ideológica.
Terminando 2011, y a fin de autorizar un aumento del límite de
endeudamiento del gobierno estadounidense, el Parlamento acordó lo que
se dio en llamar abismo fiscal, una serie de drásticas medidas de
aumento de impuestos y recortes de gastos, que se dispararían
automáticamente de no alcanzarse un acuerdo antes de finalizar 2012.
El monto involucrado en el ajuste es cercano al 4% del PIB, una cifra
suficiente para generar un fuerte impacto en el desempleo y una aguda
recesión en la economía estadounidense. Es poco conocido que, de haberse
aplicado estas reglas automáticas, caerían las reducciones de impuestos
de Bush, tanto a los ricos, como también a la gran porción de la clase
media baja, que sería la más perjudicada no sólo por los mayores
impuestos, sino por la pérdida de muchos centros de salud que cerrarían
por el recorte en los subsidios médicos.
El abismo fiscal se sorteó por un acuerdo en el Parlamento, por el cual
los contribuyentes individuales que ganen más de U$S 400 mil al año
experimentarán un incremento de sus impuestos del 35% al 39,6%, entre
otras medidas. No obstante, el acuerdo sólo suspende por dos meses la
decisión sobre los recortes al gasto público por cerca de U$S 110 mil
millones. Ninguno quiere esos recortes, los demócratas porque alcanzan
al seguro de desempleo o a las subvenciones al Medicare (asistencia
sanitaria a los jubilados), y los republicanos porque la mitad de esa
cantidad se aplicaría al presupuesto del Pentágono. Pero la solución
está muy lejos de visualizarse.
Se ha arribado, entonces, a un equilibrio transitorio, más aún
considerando que ya se ha llegado al techo de deuda para el 2012, de U$S
16,4 billones, lo cual requerirá de nuevos debates para permitir su
incremento, condición esencial para el funcionamiento del Estado.
Si bien el FMI elogia el pacto para evitar el “abismo fiscal” enciende
las alarmas a mediano plazo: "Si el Congreso no hubiese actuado, habría
descarrilado la recuperación económica. Sin embargo, queda mucho más por
hacer para poner las finanzas públicas de EE UU nuevamente en una senda
sostenible". (El País, 03.01.13).
NEOLIBERALISMO VS. KEYNESIANISMO. Esta puja entre republicanos y
demócratas evidencia las dos tendencias prevalecientes en las teorías
del sistema económico actual. Una de ellas es la ya arraigada doctrina
neoliberal, defendida por los republicanos y los organismos financieros
internacionales, que pregona los recortes en el gasto, en especial los
subsidios sociales, y las rebajas de impuestos a los ricos como las
herramientas privilegiadas para resolver los problemas de la economía.
Su contrincante, el nuevo enfoque de orientación keynesiana, liderado
por nóbeles como Joseph Stiglitz y Paul Krugman, propone el aumento del
gasto como la única herramienta efectiva para salir de la recesión,
junto con los aumentos impositivos a los ricos, visión que en alguna
medida intenta aplicar el presidente Obama.
En Europa, los líderes apoyan sólo uno de estos enfoques, el neoliberal a
ultranza, y sólo entre los académicos, algunos movimientos sociales y
unos pocos partidos políticos crecen las posturas anti ajuste. Esta
situación la resume correctamente en The Guardian (26.12.12) el
economista Costas Lapavitsas, quien plantea que “no hay en toda la
eurozona una oposición real al mantra de la austeridad que procede de
Berlín”.
Por ejemplo, el Presupuesto 2013 de Alemania no contempla endeudamiento,
adelantando en tres años la meta de déficit cero. Ante esta situación,
Christine Lagarde, jefa del FMI, le solicitó al país germano “permitirse
avanzar algo más despacio que otros en la consolidación (fiscal)” lo
que “contrarrestaría los efectos detractores del crecimiento derivados
de los recortes en los países en crisis”. Este enfoque del FMI es
interesante, pues evidencia que ya no puede ocultar los efectos nocivos
de los ajustes, y además ratifica la política del doble estándar, los
países más grandes deben cuidarse de la consolidación fiscal, mientras
que los países “periféricos” no tienen otra opción que continuar con
fuertes ajustes.
El mejor ejemplo de ello ha sido la pírrica entrada en vigor del Pacto
Fiscal Europeo, que restringe significativamente la soberanía de los 25
países firmantes, la casi totalidad de la Unión Europea, a excepción de
Gran Bretaña y la República Checa. Ha sido ratificado por 16 naciones,
faltando hacer lo propio nueve de ellas, entre las que se destacan cinco
integrantes de la Zona Euro: Bélgica, Eslovaquia, Luxemburgo, Malta y
Países Bajos. El pacto exige que los 25 Estados firmantes incorporen en
su legislación nacional la "regla de oro", que limita el déficit
estructural anual al 0,5 % del PIB. La ratificación del pacto es
indispensable para que las naciones puedan recibir el “salvataje” de la
Unión Europea.
Mas aún, los Estados miembros tendrán que implantar un mecanismo
automático de corrección de los desvíos de los objetivos del déficit. A
partir de esta cláusula, puede entenderse a este pacto como otro abismo
fiscal que pueden llegar a enfrentar en cualquier momento muchos de los
17 firmantes.
El pacto se implementa en un momento crítico para la economía europea:
en una columna publicada en el diario alemán Handelsblatt, Joseph
Stiglitz expresó que "el verdadero riesgo para la economía mundial se
encuentra en Europa", afirmando además que la idea del pacto fiscal "no
es una solución" para salir de la crisis que afecta a la Eurozona.
Entre los países que solicitaron ayuda al Eurogrupo, Portugal se
encamina a una contracción económica considerable e Irlanda y Grecia van
por su sexto año de recesión. Por su parte, España e Italia, que
terminan 2012 con crecimiento negativo, condición que se extenderá al
actual año, han iniciado 2013 con nuevos ajustes. Italia aplicó aumento
de impuestos y de servicios como gas, correo, autopistas y seguros. En
el caso de España, disminuyeron los salarios, hubo aumento de impuestos,
no se ajustaron las jubilaciones a la inflación y continúan los
recortes en la salud y educación públicas, además de haberse puesto en
práctica el aumento de la edad jubilatoria que llegará paulatinamente a
los 67 años. A partir de las medidas tomadas, la tasa de desocupación de
la periferia del Euro no dejará de crecer.
En este difícil entorno, el sistema financiero resulta el más
beneficiado, pues está recibiendo los rescates de la Unión Europea, así
como se beneficia de las grandes emisiones monetarias realizadas por la
Reserva Federal, o las compras de deuda soberana en el mercado por parte
del Banco Central Europeo, para bajar las tasas a las que toman nueva
deuda los países en problemas.
Estos “salvatajes” no sólo se hacen a costa de mayor endeudamiento y de
peores condiciones de vida de los habitantes de los países que los
reciben, sino que también impactan en los países en desarrollo,
tendiendo a apreciar sus monedas y disminuir su competitividad. De esa
forma, junto con las históricas prácticas proteccionistas que mantienen,
los países centrales intentan trasladar parte de su crisis al resto del
mundo.
Como contrapartida, en los países emergentes son cada vez más las
políticas regulatorias que se toman, desarmando –en algunos casos
tímidamente, en otros con mayor intensidad, como sucede en varios países
de América Latina y en nuestro propio país– las lógicas derivadas de
las políticas neoliberales que tanto daño generan a los pueblos.
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